Tránsito bajo la lluvia
Se disipa el andén del hombre solo.
El tiempo viene con su interlocución de lobo hambriento
A darme la muerte por palabra a celebrar su destrucción en las raíces de mis penas y mis alegrías.
Aúllo por la noche el sentimiento de desolación mientras miro hacia el fondo de aquella incertidumbre que nace del pasado. Un pasado que atraviesa como un plasma febril la imagen dislocada de mi piel.
En las arenas de una playa que la luna ensombrece encontré la frontera. Anduve horas por los contornos de mi ansiedad animal sin rendirse bebiendo de su sed un mar inmenso.
Los hombres me miraron con deseos de muerte con escondido asombro y asco me miraron.
Y yo miré sus ruinas como las sombras de mi ayer sin gozo, como invocada podredumbre, como locura deseada.
Yo sentí en mi voz callada sus deseos.
Después que partieron todos los habitantes de aquella orilla la noche volvió a ser mi centro
y mi voluntad.
Miré hacia adentro, hacia el vórtice donde moría mi última hilacha de hermandad. El lobo volvió a aullar, a tenderse en la noche, poblando su soledad de lamentos y deseos.
El susurro de mi palabra calló en sus sed, se hizo cenizas en la noche, se dispersó hacia la nada. El ángel imposible ya no tuvo piedad de su futuro y taladró la noche como si atravesara su propia sombra camino al porvenir.
Angel Maldonado
El tiempo viene con su interlocución de lobo hambriento
A darme la muerte por palabra a celebrar su destrucción en las raíces de mis penas y mis alegrías.
Aúllo por la noche el sentimiento de desolación mientras miro hacia el fondo de aquella incertidumbre que nace del pasado. Un pasado que atraviesa como un plasma febril la imagen dislocada de mi piel.
En las arenas de una playa que la luna ensombrece encontré la frontera. Anduve horas por los contornos de mi ansiedad animal sin rendirse bebiendo de su sed un mar inmenso.
Los hombres me miraron con deseos de muerte con escondido asombro y asco me miraron.
Y yo miré sus ruinas como las sombras de mi ayer sin gozo, como invocada podredumbre, como locura deseada.
Yo sentí en mi voz callada sus deseos.
Después que partieron todos los habitantes de aquella orilla la noche volvió a ser mi centro
y mi voluntad.
Miré hacia adentro, hacia el vórtice donde moría mi última hilacha de hermandad. El lobo volvió a aullar, a tenderse en la noche, poblando su soledad de lamentos y deseos.
El susurro de mi palabra calló en sus sed, se hizo cenizas en la noche, se dispersó hacia la nada. El ángel imposible ya no tuvo piedad de su futuro y taladró la noche como si atravesara su propia sombra camino al porvenir.
Angel Maldonado
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