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R I O B I B Í - L I T E R A R I O

ISLA DEL ENCANTO

Ha sido una temporada lluviosa en mi isla. Entre las noticias de fuertes aguaceros, tapones en las ciudadades, inundaciones y asesinatos, la primavera comienza a tejer el verde más esplendoroso del trópico. Ese verdor que sube de valles a colinas, que entra en los pueblos por las enredaderas de sus vecindarios de todo tipo,provee una insólita apariencia de tranquilidad. En esta Isla del Encanto, como le llamó no se qué campaña de publicidad hace muchos años, el verdor, el agua y las intensas brisas marinas contribuyen a una felicidad inagotable, que no cae vencida por las noticias de tragedias que ocurren diariamente. Diríamos que somos un pueblo feliz. Un pueblo que trabaja para celebrar, que vive hoy planificando la fiesta de mañana y que convierte a la víspera de la fiesta en la más grande celebración. "Serán las rémoras del colonialismo", dirán algunos. Hasta en los velorios se celebra. En fin, no hay quien detenga esa propensión a ser felices, aunque estemos embrollados como ciudadanos, desempleados, en espera de noticias tristes. Siempre, por algún rincón del alma colectiva, entrará esa brisa que nos arropará con su encanto. Entonces llamaremos a unos cuantos amigos o conocidos de los más cercanos y formaremos, en cualquier lugar y tiempo, la fiesta que nunca habíamos planificado. Porque somos así, felices, satisfechos, consumidores paranoicos y siempre estamos dispuestos para la celebración, sin pensar en el mañana.

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